
Los aranceles y las mujeres/Patricia Sánchez
Director de Comunicación y Enlace de la Universidad de Guanajuato
El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, se ha convertido en una fecha emblemática dentro de las universidades públicas de México. Año con año, estas instituciones son escenario de manifestaciones, expresiones artísticas y, en algunos casos, actos de violencia que reflejan la profundidad de la crisis de género en el país. ¿Cómo pueden las universidades prevenir destrozos sin deslegitimar el movimiento? ¿Cómo pueden garantizar seguridad sin caer en la represión? La respuesta radica en un enfoque integral que priorice la prevención, el diálogo y la construcción de paz dentro del espacio universitario.
Lecciones del pasado
Las ediciones previas del 8M han dejado aprendizajes clave. En 2023, universidades como la UNAM iluminaron sus edificios de morado y otorgaron reconocimientos a académicas destacadas. Sin embargo, la jornada también estuvo marcada por denuncias de acoso no atendidas y la frustración de estudiantes ante la falta de acciones contundentes contra la violencia de género. En 2024, algunas instituciones permitieron la suspensión de actividades y facilitaron espacios de expresión, lo que ayudó a canalizar el movimiento de manera pacífica, pero en otros casos se reportaron enfrentamientos entre manifestantes y cuerpos de seguridad.
En universidades como la de Guanajuato, la situación ha sido un espejo de estas realidades. Mientras se han realizado foros y actividades culturales para conmemorar la fecha, también han surgido denuncias de acoso y omisiones institucionales que han provocado protestas y señalamientos.
Estos hechos nos dejan una enseñanza crucial: la reacción tardía y la falta de canales de comunicación efectiva agravan la situación, mientras que la anticipación, la apertura al diálogo y la implementación de protocolos de prevención pueden hacer una gran diferencia. Acciones como la creación de comisiones especializadas en igualdad de género, la designación de mediadores y la promoción de campañas de sensibilización contribuyen a una mejor gestión del 8M dentro de las universidades.
Estrategias de prevención y afrontamiento
Para evitar incidentes innecesarios el próximo 8M, las universidades deben adoptar una estrategia proactiva que contemple:
Diálogo y participación estudiantil: Abrir espacios de escucha en foros previos a la fecha para conocer las demandas de la comunidad universitaria y establecer acuerdos sobre las manifestaciones dentro de los campus.
Seguridad sin confrontación: Capacitar al personal de seguridad en resolución de conflictos y manejo de multitudes sin violencia. El uso de la fuerza solo escala el problema y alimenta la indignación.
Infraestructura preventiva: Proteger espacios vulnerables sin que ello se perciba como una provocación. Es posible resguardar edificios y mobiliario sin que se interprete como un intento de silenciar el movimiento.
Comunicación institucional clara: Emitir mensajes contundentes que respalden la lucha por la igualdad de género, dejando en claro el rechazo a cualquier tipo de violencia, ya sea en manifestaciones o dentro de la comunidad universitaria.
Apoyo y seguimiento: Garantizar que las denuncias de violencia de género sean atendidas con celeridad y que existan mecanismos confiables de acompañamiento para víctimas y denunciantes.
Construcción de paz en los espacios universitarios
Las universidades son espacios de conocimiento, pero también deben ser espacios de paz. Esto no significa la ausencia de protesta, sino la presencia de mecanismos eficaces para canalizar el descontento y traducirlo en cambios estructurales.
Para lograrlo, las instituciones deben dejar de ver las manifestaciones como un problema a contener y empezar a considerarlas como un reflejo de temas que han sido ignorados. La violencia en las manifestaciones no nace en el 8M; es el resultado de la indiferencia acumulada a lo largo del tiempo. Si se quiere evitar el vandalismo y la confrontación, la única salida es actuar antes, generando un ambiente donde las mujeres se sientan escuchadas y protegidas todos los días, no solo cuando toman las calles.
El reto para las universidades públicas en México es claro: transformar la lucha por la igualdad en un pilar de su vida institucional. Solo así el 8M dejará de ser una fecha de crisis y se convertirá en una jornada de reflexión y avance real hacia la equidad de género. La responsabilidad no solo recae en la comunidad estudiantil, sino en las autoridades universitarias que deben asumir un compromiso tangible. El 8 de marzo no es solo un día de protesta, sino una oportunidad para que las universidades demuestren con hechos su disposición a generar cambios estructurales. La historia juzgará a quienes decidan ignorarlo.