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SAN MIGUEL DE ALLENDE, Gto., 15 de abril de 2025.- San Miguel de Allende abrió sus puertas a la devoción y la tradición con la celebración de la Semana Santa, una de las expresiones más arraigadas de su identidad cultural y espiritual.
Desde la Dirección de Cultura y Tradiciones, se invitó a la ciudadanía y visitantes a participar con respeto en los diversos actos religiosos y artísticos que conforman esta conmemoración.
Uno de los eventos más significativos fue la Visita de las Siete Casas, realizada la tarde del Jueves Santo. Esta práctica rememora la institución de la Eucaristía y consiste en recorrer al menos siete templos, donde se montan altares especiales —conocidos como monumentos— para resguardar el Santísimo Sacramento.
Durante el recorrido, los fieles comparten objetos simbólicos como cruces de palma bendita, manzanilla, pan o pequeñas imágenes devocionales, como un gesto de espiritualidad y tradición.
El ambiente se transforma con aromas de incienso, hinojo y manzanilla, mientras los altares destacan por su detallado simbolismo eucarístico y ornamentación artística. El director de Cultura, Acacio Martínez Rodríguez, describió esta celebración como un dechado de ingenio, arte y devoción.
El Viernes Santo marcó el momento más solemne, con la procesión del Santo Entierro, especialmente la del Oratorio, reconocida por conservar elementos originales del siglo 19. Estas procesiones incluyen no solo las imágenes religiosas, sino también la interpretación de siete cantos sacros creados en el siglo 19 para San Miguel.
Destacó la interpretación del Christus Factus Est, canto en latín que evoca el sacrificio de Cristo y es considerado el corazón emocional de la procesión:
Christus factus est pro nobis obediens
usque ad mortem, mortem autem crucis.
Propter quod et Deus exaltavit illum,
et dedit illi nomen, quod est super omne nomen.
La pieza fue ejecutada por músicos locales, como un acto de fidelidad a la tradición y compromiso con el legado artístico de la ciudad.
La jornada concluyó con la imagen de la Virgen de la Soledad, vestida de negro, símbolo del duelo y la esperanza, que acompañó el recorrido como representación del pueblo sanmiguelense reafirmando su fe.