Genio y Figura/ Francisco Buenrostro
PERO… ¿QUÉ NECESIDAD?
Llega la época del año donde, a pesar de lo que diga la Ley Federal del Trabajo, la mayoría de los patrones se dan por vencidos ante los usos y costumbres que exigen de manera tajante que mínimo se otorguen dos días de asueto, de preferencia toda la Semana Santa y, ya si hay cariño, de una vez las dos semanas completas de la temporada vacacional.
Claro está que el estudiantado y los docentes se cuecen aparte y ellos si toman, sin el menor reparo, todo el periodo de vacaciones, al menos así lo consigna el calendario escolar donde, vaya contradicción, está fríamente calculado y aprobado, aunque se suponga que la educación en nuestro país es laica, lo cual resulta pecata minuta cuando de buscar pretextos para no estudiar-trabajar se trata.
Pero, más allá de los motivos y de los días que cada mexicano logre obtener para disfrutar de un descanso, merecido o no, otra contradicción es que si en verdad el motivo del feriado es recordar la pasión y muerte de Jesús, deberían ser días de recogimiento, de guardarse y, en todo caso, de participar de las actividades religiosas propias de la temporada.
No obstante, pasa exactamente lo contrario, al más puro estilo del Himno Nacional y como si escucharan a voz en cuello cantar a algún representante de la música vernácula cantar este símbolo de la Patria, más precisamente en la parte donde dice: mexicanos al grito de guerra, pareciera que muchos ven como una encomienda consumir todo el alcohol posible y escribo esto sin falsas mojigaterías, porque cuando se trata de festejar, no hay quién nos gane (me refiero como pueblo, no es que me ponga de ejemplo, porque yo ya me emborracho hasta con rompope). Más bien lo que quiero hacer patente es la hipocresía de muchos que toman como pretexto estas fechas para darle vuelo a la hilacha como coloquialmente se dice en nuestro país.
Y yo digo pero… ¿Qué necesidad?, citando al divo de Juárez, sobre todo en aquellos casos que abusan a tal punto del consumo de bebidas etílicas que terminan viviendo en carne propia su personal viacrusis, por medio de una cruda monumental que no hay bebida rehidratante ni chilaquiles que logre remediar y quienes terminan pagando el pato son los familiares, padres, parejas y hasta hijos que, si bien tratan de aprovechar también la ocasión para tener un espacio de solaz diversión y esparcimiento, acaban por padecer de igual forma las consecuencias de no saberse controlar quienes debieran ser más bien un ejemplo para ellos.
Disculpen si en esta ocasión no soy incluyente y sólo me refiero al caso de los hombres, que también hay mujeres que toman como cosacos, eso sin duda, pero quiero hacer referencia al estigma de la figura machista que sigue muy enraizada en nuestra cultura popular mexicana, lamentablemente.
Parezca lo que parezca, no quiero ser sólo negativo y quisiera terminar estas líneas viendo el lado bueno del asunto, como podría ser la convivencia familiar, sin excesos de por medio; la oportunidad de ver a nuestros seres queridos que, de otra forma, sería muy difícil reunir, con excepción quizás de las celebraciones navideñas, que esas sí son un festejo, al menos para quienes profesan la religión católica y se congratulan de la llegada del Niño Dios.
Aunque, ahorita que me acuerdo, tampoco falta en esas fechas el tío borracho que termine enemistándose con toda la familia… Y de las posadas mejor ni hablamos.