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Insensato regocijo/Federico Berrueto
En las principales ciudades de los estados más violentos del país, militares refuerzan la seguridad con patrullajes que no frenan la ola de homicidios.
En calles de ciudades colimenses, michoacanas, de Zacatecas, de Baja California, Chihuahua o Tamaulipas, se ven sendas caravanas de unidades artilladas y humvees que asustan a niños e impresionan a los demás ciudadanos, pero quienes ni siquiera pasan saliva son los delincuentes.
Los refuerzos de seguridad fueron anunciados con bombo y platillo también en Tijuana, Tabasco y en otras entidades que mantienen encendidos los focos rojos por la violencia que provoca el crimen organizado.
“Abrazos, no balazos” es la estrategia que se pregona desde palacio nacional y que acompaña a cada uno de los alrededor de 80 ejecutados de todos los días en el país.
Y es así que los militares recorren en silencio las grandes avenidas, pero se olvidan de pasar por las calles de los barrios asolados por el narco. Van en desfile mientras se suman los ejecutados, mientras los dueños de negocios deben pagar una plaza para poder abrir y vender.
Los balazos no dejan de escucharse a lo lejos y de cerca, pero los militares continúan su patrullaje. Llegan a las escenas del crímen al tiempo que las demás corporaciones, para levantar indicios y contar cuerpos, no para frenar los homicidios, no para prevenir los hechos delictivos.
La sobrepresencia de los soldados no brinda resultados. Tantos militares en las calles no ha frenado ni tantito las muertes, los levantones ni el tráfico de drogas. El crimen organizado opera con libertad, en impunidad, cada día con más poder, con más territorio y con más crueldad.
En México los discursos oficiales llenos de positivismo no callan las balas. Presumir resultados alejados de los hechos, no cambian la realidad.
No es posible abrazar a los delincuentes para disminuir los ilícitos. Antes de disparar hay que aprehenderlos, juzgarlos y que paguen sus crímenes. Antes de llenar de soldados cada calle de México, hay que acabar con la corrupción y la impunidad. Ahí es donde está el problema, no hay que desviar más el radar…